Estamos compuestos de muchas partes cada una de las cuales contribuye de algún modo al movimiento total de nuestra consciencia, de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad, de nuestras sensaciones, sentimientos y acciones. Pero no vemos ni el origen, ni el curso de estos impulsos; sólo percibimos sus confusos e inciertos resultados superficiales sobre los que, en el mejor de los casos, no podemos imponer nada más que un orden precario e inestable.
El remedio puede venir únicamente de las partes del ser que ya están dirigidas hacia la luz. Pedir a la luz de la Divina Consciencia que descienda desde lo alto hasta nosotros, hacer que el ser psíquico se sitúe en primer plano, y encender una aspiración cuya llama despierte espiritualmente la mente exterior e inflame el ser vital, tal es la solución.
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